Hasta que un día cualquiera te fusilan…
El hecho inicial sucedió en los muelles donde se construían los elevadores que extenderían el puerto de Ingeniero White. Allí resultaron cesanteados dos obreros remachadores que trabajaban en las obras de ampliación del Ferrocarril del Sur. El sábado 20 de julio de 1907 los obreros reunidos en asamblea resolvieron declararse en huelga, exigiendo la reincorporación de sus compañeros, la jornada laboral de 8 horas y un 30% de aumento en los salarios. Pero en el amanecer del lunes cuando todos debían paralizar las obras, la medida se efectivizó sólo en algunos pocos sectores. Por la tarde los grupos obreros celebraron una nueva asamblea y aprobaron la realización de una acción de agitación en las instalaciones de la rivera de Ingeniero White donde trabajaban más de 3000 hombres. El viernes los huelguistas habían comunicado a la empresa las condiciones para una negociación y pusieron como plazo para una respuesta el lunes por la noche. Vencido éste, a la mañana siguiente se realizaría la protesta con la intención de animar al resto de los proletarios que atemorizados por la patronal, no se sumaban al movimiento.
La huelga general como medio de presión de la clase obrera ya era un mecanismo profundamente instalado en la población del país. En la reconstrucción de la historia social Argentina, los especialistas recuerdan aquella primera década del siglo XX, como la “etapa heroica” del movimiento obrero nacional.[1]
En la ciudad era habitual la realización de paros, que en general se reducían al reclamo de cada rubro del trabajo por separado, sin lograr unificar diversos gremios en una misma medida. En este marco, el conflicto de White de 1907 se presentaba como una paritaria más de las tantas de esa época, donde una negociación racional podría haber acabado con la protesta en pocas horas. Pero nada de esto sucedió.
Al amanecer del martes 23, minutos antes de las 7 de la mañana, un grupo de obreros ingresó al área de trabajo lanzando consignas y llamando a la huelga. A poco de recorrer los talleres, decenas de empleados comenzaron a seguirlos sumándose a la agitación. Los huelguistas arrojaban las herramientas al agua y descargaban la bronca contra las máquinas. Pero a los pocos minutos, con las primeras luces del día y la helada matinal cayendo sobre el puerto, los vigilantes de la empresa comenzaron a perseguir y dispersar la protesta. El clima se tornó confuso, algunos gritaban, otros corrían; hasta que en medio de playón se dieron los primeros incidentes, luego de que los capataces Williams Kelly y Patrics O´Bryan, ambos de nacionalidad inglesa, quisieran obligar a golpes a un obrero a permanecer en el trabajo. Según
Éste fue el motivo expreso que encontraron las autoridades de Ingeniero White para desatar una violentísima cacería de obreros nunca antes protagonizada en la historia de la ciudad.
Todavía no eran las nueve de la mañana, cuando salieron marchando por las calles de tierra del puerto los obreros que acababan de paralizar las obras. Se dirigían a
La asamblea en
Mientras tanto
Entre los gritos, los soldados continuaban disparando a menos de
Un niño de 13 años que contemplaba la escena bélica desde cerca, escuchó los disparos y comenzó a correr hasta que se enredó con un alambre caído. Lo soltó el impacto de un proyectil que le impacto en el pulmón y lo dejó internado por varios días. Los testigos contaron que hasta las zanjas del desagüe funcionaron como refugio para quienes huían de la balacera.[2]
En el centro del puerto y a plena luz de la mañana se estaba protagonizando un fusilamiento sangriento. La gente que pasaba y aquellos que escuchaban desde lejos los disparos se acercaban curiosos a la esquina del conflicto. La escena era peor de lo que cualquiera de los transeúntes podía imaginar. Nadie reconocía una revuelta obrera, ni distinguía huelguistas de otras víctimas; los Máuser apuntando en todas las direcciones se apoderaban de las miradas.
La brutalidad no se limitó a los huelguistas. Violentos golpes de culata eran lanzados por los marinos para quienes en aquel momento pasaban circunstancialmente por el escenario de los hechos. José Falcioni, un joven italiano católico, miembro de la sociedad recreativa
El puerto quedó desolado, en silencio. El clima se tensó y el temor se sentía en cada esquina, ante la presencia de los ejecutores. Los comercios cerraron sus puertas atemorizados por la sensación general. La violencia de los agentes no solo fue brutal en sus métodos, sino también extralimitada en su jurisdicción, ya que
Nada de esto importó a los oficiales que de inmediato se pusieron al servicio de la empresa inglesa. Merece el recuerdo el ayudante de la marinería Jorge Loppe, quien se negó a obedecer las órdenes de fusilamiento impartidas por Posse frente a
La foto de una de las revistas de esa semana muestra el piquete de marinería que hizo fuego sobre
Los fusiladores que dispararon contra
El primer despacho a La Vanguardia
El corresponsal local de
-Bahía Blanca, 23 ( 2 PM). Los obreros constructores y remachadores de este puerto, que se hallan en huelga, reunidos ayer en
Corresponsal.
-Bahía Blanca 23. Comprobando lo comunicado a la tarde, adelantó las siguientes noticias. A las 10 AM de ayer, se encontraba reunido en
Al abandonar el local, los asistentes, fueron recibidos a balazos por la marinería.[3]
La descripción de este corresponsal, que desde el propio puerto enviaba sus textos al diario, es sin duda el testimonio más fiel que se conserva en la reconstrucción de los hechos iniciales.
Los telegramas que recibimos anoche completan la crónica de los tristes y lacónicos sucesos.
-Bahía Blanca, 23. Al sentirse las descargas acudieron 40 hombres, del Octavo de Infantería Destacado de la ciudad, y un piquete del Cuerpo de Bomberos, rodeando el local obrero y tomando presos a todos lo que se encontraban en él, y que por efectos del ataque, no habían podido abandonarlo.
-Bahía Blanca, 23. Después de la matanza del que fueran victimas los huelguistas, se han enarbolado en
-Bahía Blanca, 23. Los obreros de la ciudad, en conocimiento de los hechos sucedidos, organizaron una columna de manifestantes, con la intención de recorrer el pueblo, pero las fuerzas de línea la disolvieron.[4]
Enrique Astorga, el ideólogo de la muerte
La autoridad máxima de los marineros locales, era el Subprefecto Teniente de Navío Enrique Astorga, quien rechazando cualquier intento de valentía, llegó al escenario de los hechos tres más horas, secundado por 30 soldados del 8º de Infantería al mando del teniente Juan Jáuregui y 12 bomberos a las órdenes del teniente Brandam.
Astorga, según recordara en esos días
Ante los hechos sangrientos del puerto, Enrique Astorga comenzó a emitir telegramas a las autoridades nacionales alertando de los sucesos. A las 12 del mediodía recibieron en el Ministerio de Marina el primer mensaje desde White. En los envíos, Astorga ensayó una versión fantástica sobre lo sucedido, donde hablaba de obreros atrincherados disparando armas de fuego contra los marinos. Describía una rebelión armada al mando de grupos anarquistas. Reivindicaba el accionar de sus hombres que, sólo imaginariamente, habían combatido a los rebeldes y secuestrado armas en gran cantidad. El Subprefecto, cobarde con antecedente, pedía insistentemente a sus superiores que enviaran refuerzos armados. Para reafirmar su versión, Astorga también remitió su relato a través del titular Correo y Telégrafos y del Inspector de Ferrocarriles. Pero la reconstrucción oficial era tan ficcionada que los propios diarios oficialistas tildaban de “impresiones un tanto exageradas, en los primeros envíos de Astorga desde Bahía Blanca”.[6]
Tal como se podía suponer por su atracción a las fábulas navales,
De repente suenan tiros y el capataz O´Bryan cae herido de dos balazos, uno mortal en el vientre y otro en un muslo. Junto a él cae el obrero J. Nelly, con una tremenda puñalada en la espalda. La gritería era espantosa, los obreros empuñaban cuchillos y revolver. Reforzado el piquete de marinería con dos oficiales a su frente, se dirigió a intimar a los huelguistas que se dispersaran, y fue entonces, según la versión policial, que los amotinados hicieron fuego desde las puertas y ventanas sobre la tropa, a cuya agresión ésta contestó con una descarga. En el local convertido en Fort Chavrol, se encontraron muchos revólveres y cuchillos en cantidad como para un pequeño arsenal, lo que prueba que los obreros iban prevenidos al trabajo…
Felizmente a las 12 del día se supo la verdad de lo ocurrido y los sucesos recobraron sus exactas proporciones que son las que quedan en este relato. Informes recogidos en Ingeniero White, aseguran que los 22 hombres de
En las pericias posteriores no se encontraron ni siquiera un solo impacto de bala en toda el área de tiro de
El hecho de reproducir la alegoría imaginada por Astorga, aportaba legitimidad a la representación falsa, violenta e irracional que se hacia de los anarquistas. La responsabilidad periodística de presentación fielmente los hechos, aportar comprensión y bregar por una solución pacífica de los conflictos, se vio en esos días constantemente olvidada.
Ante el favorable escenario de confusión creado por los diarios, Astorga continuó desplegando batallones militares y dispuso un amparo de fuerzas públicas para
Se supo que durante ese día el Ministro del Interior comunicó los detalles de los acontecimientos de White al presidente Figueroa Alcorta, quien no se pronunció al respecto. Solo se emitió una orden para custodiar los edificios públicos. El gobernador de la provincia no demostró mayor interés y se limitó a pedir refuerzos policiales al Ministro de Guerra, para que no resulten pocos los uniformados involucrados en el hecho. La única preocupación de las máximas autoridades del Estado, se agotaban en la preservación de los bienes materiales a su cargo y la movilidad de tropas.
[1] Bilsky, Edgardo J., Op. cit.
[2] Caviglia, M. Jorgelina. Ingeniero White La huelga de 1907, Ediciones de
[3]
[4] Idem.
[5] Bayer, Osvaldo, Los anarquistas expropiadores y otros ensayos. Plantea, Buenos Aires, 2004.
[6] El Diario, 22 de julio de 1907.
[7]
2 comentarios:
Felicitaciones al autor, no pude ir a la presentación pero me comentaron que fue muy interesante.
Es bueno saber que en Bahía Blanca la verdadera historia, la que no es contada, es muy diferente a la que nos muestran.
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