sábado, 29 de agosto de 2009

La Agitación de Bahía Blanca en la primavera de 1901 (parte 1)

En EL HILO ROJO. PALABRAS Y PRÁCTICAS DE LA UTOPÍA EN AMÉRICA LATINA, de Marisa González de Oleaga y Ernesto Bohoslavsky editores. Paidos, 2009.



   

La Agitación de Bahía Blanca en la primavera de 1901

Por Federico Randazzo. 

El 1 de octubre de 1901 comenzó a editarse el primer periódico revolucionario del que se tenga cuenta en la ciudad de Bahía Blanca.[1] Se llamó La Agitación, periódico libertario y venía a inquietar la incipiente ciudadanía local. Su lanzamiento está relacionado con un importante triunfo obrero y la participación de dos figuras relevantes del movimiento ácrata, Pietro Gori y Arturo Montesano. En sus páginas florecieron los boicots y las veladas libertarias que comenzaron a difundirse entre los habitantes bahienses. En los primeros años del siglo XX, la utopía bahiense fue anarquista y levantó una redacción para dejar su aporte a la prensa política, a la reflexión ideológica y a la búsqueda constante de un horizonte libre. La historiografía y el periodismo de Bahía Blanca han ubicado, no ingenuamente, a las experiencias revolucionarias en un costado marginal de su relato. Por eso resulta atrapante el repaso por las crónicas, los relatos y los manifiestos políticos que se repartían en la ciudad en aquellos días. A partir de La Agitación podemos conocer quiénes fueron aquellos hombres que instalaron el mundo simbólico del anarquismo en la inhóspita Bahía Blanca, para emprender el desafío de construir una sociedad igualitaria.

La Agitación nació en el fragor de un festejo obrero. El proceso que derivó en su fundación comenzó con una victoria proletaria capitalizada por el núcleo rebelde que crecía en los talleres de la ciudad y en las grandes estructuras industriales que modificaban el aspecto y el paisaje del puerto de Ingeniero White. Por aquellos días Bahía Blanca sellaba su ingreso a la modernidad con la consolidación de una sociedad cruel, progresivamente emparentada con los rasgos impuestos por la clase dominante. Diana Ribas afirma que por entonces “todo aquel que no adhería a la idea de progreso era descalificado o considerado pesimista en términos peyorativos”. Durante las últimas dos décadas del siglo XIX la elite local aplicó un proyecto sutil de contaminación discursiva que le permitió llegar al nuevo siglo en condiciones de confirmar su predominio cultural sobre la población bahiense. Según Ribas, “el modo neutro del discurso aplicado en forma violenta por el sector dominante, negaba todas las otras posibilidades discursivas, ya sean de los indígenas, de viejos pobladores del fuerte o lógicamente de los inmigrantes”.[2] Pero el esfuerzo del aparato oficial por silenciar las voces subterráneas resultaba inútil, el mensaje anarquista ya estaba circulando por la ciudad para involucrase en la “cuestión social”. Juan Suriano (2001:300) ha señalado la significación que adquieren esos mensajes de los grupos libertarios de la época. “A través de la difusión de un particular entramado simbólico, buscaron cohesionar la representación del colectivo trabajadores, de otorgarle una identidad y de contribuir a la constitución del imaginario social obrero”. 

La huelga como chispa

El inicio del siglo XX en Bahía Blanca estuvo marcado por las transformaciones sociales que acompañaban la llegada constante de nuevos contingentes de inmigrantes. Para 1895 el 45% de la población total del partido eran extranjeros, cifra que en 1906 llegó a más de 50%, según el censo municipal. Mientras en el centro y en el casco histórico florecían los edificios públicos y comercios, en la periferia y en el puerto de Ingeniero White se extendían las barriadas populares. Era ahí donde se asentaban los primeros cronistas libertarios que empuñaron la imprenta para registrar su paso por la historia local.

Para mediados de 1901, la obra más importante que se estaba ejecutando en la ciudad era la ampliación del ferrocarril que comunicaba a Bahía Blanca con Buenos Aires. Entre los trabajadores que labraban la tierra virgen en el campo abierto, artífices de un adelanto que no disfrutarán, se desató una huelga que fue el germen del grupo que pocos días después editaría La Agitación. La huelga general, práctica esencial de la cultura proletaria, se declaró en un paraje del ramal Bahía Blanca-Pringles donde un grupo de trabajadores alzó un campamento de protesta por mejores condiciones de empleo. La chispa se encendió ahí donde ampliaban las posibilidades de desarrollo de la empresa inglesa más importante e influyente de la zona: el Ferrocarril del Sur. El 1 de junio La Protesta Humana (emblemático periódico del anarquismo) publicó una primera información sobre el inicio de la huelga. Meses después, Caras y Caretas (1901) afirmaba que por el número de obreros involucrados, era el conflicto más importante y extenso de la ciudad. El 23 de agosto la protesta ya era tema de la prensa nacional. El día 24 el diario local La Nueva Provincia describía el escenario:

Hasta hoy la huelga no es más que la protesta templada pero pacífica de cerca de 2000 hombres que han hecho denuncias graves, que no han sido atendidos, que no encuentran amparo, que viven sin pan y sin hogar, como parias –verdaderos desheredados a quienes se pretende expulsar de en medio de los campos donde han levantado sus tiendas- como verdaderos desheredados que solo tienen por delante las perspectivas de la miseria

 Luego de un siglo de trayectoria, podemos afirmar que si La Nueva Provincia publicaba estas expresiones es porque la situación indudablemente era muy grave.[3] Las demandas de los huelguistas se plasmaron en un pliego que contenía reclamos referidos a las condiciones de trabajo, las herramientas y las contrataciones de la compañía. A pesar de que los empleados del Ferrocarril del Sur pretendían una regulación de la actividad hostil que padecían a diario, el diálogo se cerró con el correr de los días. La presencia de un batallón del ejército para custodiar el campamento huelguista no presumía un final feliz. La cobertura periodística del conflicto puso en alerta a los dirigentes de las federaciones obreras de Buenos Aires, que también recibían los telegramas de los suscriptores bahienses de La Protesta Humana. Cuando caía la tarde del día 24, en la capital asumieron la gravedad del caso y los responsables de la Federación Obrera Argentina enviaron una comisión para que represente a los obreros en la negociación. Fue Pietro Gori quien, a pesar de estar enfermo, se postuló para viajar por las pampas bonaerenses.

 

Liderados por viajeros libertarios

 

El Dr. Pietro Gori y su secretario, el ingeniero Sunico, los corresponsales de La Nación, La Prensa y La Nueva Provincia, señores Fernández Pierlo y Jalío, el líder de los huelguistas Sr. Ibaldi y los capataces Bianchi, Perbiense y Bilbao. Caras y Caretas, 07/09/1901.


Nacido en Messina, Italia, en 1865, Pietro Gori fue uno de los dirigentes más destacados de la historia del anarquismo internacional. Llegó a la Argentina en 1898, luego de dos años de gira por Estados Unidos y un itinerario que acusaba una condena pendiente de 21 años de prisión, exilios, cárceles y persecuciones varias. Dedicado plenamente a construir el ideal libertario, incursionó en disímiles campos que le permitieron dejar un legado literario, teatral, judicial e ideológico de extraordinaria vigencia. En Buenos Aires se convirtió en el más afamado embajador del pensamiento libertario, logrando introducir su programa en sectores hasta ese momento negados a la doctrina ácrata. Sus disertaciones se acompañaban con un programa filodramático que enmudecía a los auditorios de obreros semianalfabetos. Su obra Primero de Mayo, que incluye el “Himno del Primero de Mayo” sobre una melodía de Guiseppe Verdi incluida en la opera Nabucco, se convirtió en una de las canciones más populares entre los proletarios del mundo. En Bahía Blanca se escuchó por varias temporadas en la Casa del Pueblo, luego de la visita de Gori a la ciudad.

La decisión de Pietro Gori de viajar a Bahía Blanca se tomó minutos antes de la salida del tren. La noticia se confirmó en Bahía a la medianoche y de inmediato partió un chasqui con el anuncio rumbo al campamento. En la madrugada, los 2000 huelguistas se despertaron a los gritos en el campo ante la llegada del líder que prometía modificar el desarrollo de la protesta. Desde el arribo de Gori, la ciudad concentró su atención en seguir los pasos de aquel personaje ilustre. La prensa local reflejaba:

La venida de Pietro Gori, el amigo de la clase proletaria, el propagandista entusiasta de los derechos inalienables e imprescriptibles, del hombre soberano, era la única esperanza, la única tabla de salvación que les restaba a los huelguistas. Cuando el tren de las 3.40 anunció su arribo a Bahía Blanca, mas de 500 personas, obreros en su casi totalidad se hallaban congregados en la estación... El tren paró y del último coche descendió el Dr. Gori, acompañado del joven Montesano, y de una comisión obrera que había ido a la estación Vitícola a recibirlos. Gori, visiblemente afectado y patentizando en su rostro su mal estado de salud, se abrió paso por entre la multitud que vivaba con delirio... Era sumamente grato el espíritu y el aspecto que ofrecía la columna compuesta de hombres entusiastas, de hombres de manos encallecidas en la noble labor, que seguían con la fé del convencido, quizá del idealista, a un hombre–compañero, que llegaba a ofrecerles no solo una palabra de aliento, sino toda su acción, toda su voluntad en pro de la causa de los obreros expoliados. En la columna, engrosada con carruajes, break, jardineras, etc... en todo el trayecto el nombre de Dr. Gori fue entusiastamente pronunciado (LNP, 26 de agosto de 1901)

Pietro Gori agradeció el apoyo pero se alojó de inmediato en el Hotel Londres para reponer su salud y comenzar la labor. En la puerta quedó Arturo Montesano improvisando un discurso que agradecía la simpatía de la multitud que los acompañaba. Minutos después Pietro Gori envió una primera comunicación al gerente del Ferrocarril del Sur, señor Henderson, para abrir una mesa de diálogo. La negociación se extendió por una semana y finalizó con un aplastante triunfo obrero materializado en la aprobación de la amplia mayoría de los contenidos del pliego.

Durante esos días la actividad del círculo libertario se encontró sobrepasada por la efervescencia creada a partir de la visita de Gori. El ejemplo de este abogado y artista, es uno de esos casos en que la crítica siempre vigente y necesaria a la figura del líder por sobre sus compañeros, encuentra una grata excepción. La negociación inteligente y efectiva para encauzar la victoria. La oratoria sencilla y profunda para comunicar las ideas. La simpatía y el carisma para enaltecer los ánimos. Todos estos condimentos de Gori se impregnaron en la periferia de la comuna bahiense y se reflejaron en acciones como los boicots y las veladas culturales que se concretaron días después. El fin de su estadía estaba previsto con tres conferencias sobre sociología económica en el escenario del teatro Politeama Argentino local, pero su crítico estado de salud lo obligó a regresar a Buenos Aires antes de lo planeado. La apresurada despedida también fue masiva y concluyó con un emotivo agradecimiento de los protagonistas de la huelga. Así Pietro Gori se alejó de la ciudad a la que nunca regresó, dejando una enseñanza y un legado en manos de Arturo Montesano, el joven secretario que lo había acompañado y que se quedó para liderar la actividad libertaria de la ciudad.

Montesano, abogado español llegado a Argentina en 1899, adhirió inicialmente al radicalismo y luego se comprometió con el movimiento anarquista, donde se destacó por su oratoria y capacidad como organizador y propagandista en el interior del país. Compartió tribuna con Alfredo Palacios, el “primer diputado socialista de América” (Tarcus 2007). Permaneció relacionado a la actividad anarquista en Bahía Blanca hasta mediados del 1902. En los primeros meses de ese año fundó en la Casa del Pueblo de Ingeniero White la escuela libertaria “Luz de Porvenir” donde desplegó su oficio de maestro al servicio de los hijos de los obreros. Semanas después lo encontramos lanzando una revista naturalista libertaria llamada La Renovación, participando como activista y orador de la huelga de cocheros en Buenos Aires y en actos de repudio a la persecución obrera que se libraba desde el Estado. Aquella temporada sería la última del joven Montesano en nuestro país.

El 22 de noviembre de 1902 el parlamento sancionó la ley 4144 promovida por el diputado Miguel Cané, llamada Ley de Residencia. Fue la herramienta legal que dotó al Estado de la facultad de deportar sin juicio previó a cualquier extranjero. Fue un elemento al servicio de la persecución de disidentes políticos que desató una cacería feroz contra los activistas socialistas y anarquistas, incluyendo violentas detenciones, allanamientos de locales y clausura e incendio de imprentas. Para fines de 1902 el diario La Prensa de Buenos Aires publicaba una extensa lista con los nombres de los extranjeros deportados por la aplicación de la Ley de Residencia. Arturo Montesano integraba esa nómina.

Continúa 


[1] Mi agradecimiento a Emiliano Randazzo y Lucas Petersen por su colaboración. Los rollos de microfilm que preservan los ejemplares de La Agitación se conservan en la Biblioteca Popular Bernardino Rivadavia de Bahía Blanca y en el Instituto de Historia Social de Amsterdam, repatriados a la Argentina por el Centro de Documentación e Investigación de la Cultura de Izquierdas en Argentina (Cedinci) en el año 2006.

[2] Entrevista a Diana Ribas realizada por Astor Vitali y Emiliano Randazzo en FM de la Calle de Bahía Blanca en Julio de 2007.

[3] Sorprendentemente en este conflicto de 1901, el cronista de LNP se muestra con inédita simpatía por los reclamos obreros. El diario fue fundado el 1 de agosto de 1898 por Enrique Julio. Desde sus orígenes y hasta la fecha se mostró como vocero de los sectores más radicalizados de la derecha, causando un daño social aún incalculable en la población de Bahía Blanca. Su director, Vicente Massot, debió abandonar el cargo de viceministro de Defensa durante el primer gobierno de Carlos Menem en 1993 por revindicar el uso de la tortura. Cuando el diario cumplió cien años, un grupo de militantes realizó un “escrache”, metáfora del boycottage de principio de siglo: frente a las autoridades políticas, religiosas y lógicamente militares que participaban del festejo, recordaron a Enrique Henrich y Miguel Angel Loyola, trabajadores gráficos del diario asesinados en 1976 con complicidad de las autoridades del matutino. En la actualidad el diario continúa reivindicando el terrorismo de estado con editoriales como la del 1 de diciembre de 2007: “El Plan Cóndor... fue exitoso en todo el sentido de la palabra y logró, a escala continental lo que persigue cualquier estrategia de guerra: ganar. En la Argentina, los restos del comando unificado marxista que fue militarmente aniquilado en la guerra antisubversiva quiere sentar en el banquillo de los acusados a aquellos a quienes no pudo vencer y seguramente -justicia mediante- lo logrará. Lo que no podrá lograr nunca es modificar el resultado del Plan Cóndor, y eso es lo importante”.

  

El hilo rojo - Memoriadelautopia.org

2 comentarios:

emilia dijo...

Hola Federico, me gustaría poder contactarme con vos vía mail, soy estudiante de periodismo en TEA, en Buenos Aires, y estoy escribiendo un artículo sobre la vida cotidiana en Ingeniero White a principios del Siglo XX y me encantaría poder hacerte algunas preguntas. Mi mail es emiliaei@yahoo.com.ar. Si no tenés inconveniente por favor mandame un mail con tu dirección asi me puedo poner en contacto con vos.
Muchas Gracias!
María Emilia Erbetta

Eplistelmo dijo...

que alegria che!, a pesar de lo narrado me alegra haber encontrado esta pagina, felicitaciones chango!! mi ignorancia retrocede y la esperanza va ganando lugar.
buena vida!.